Jacob, fue hijo de Isaac y Rebeca, también conocido como Israel.
Jacob representa la lucha interior. No fue un hombre recto desde el inicio: engañó, huyó, temió. Pero también amó profundamente, trabajó con constancia, y luchó con Dios toda una noche hasta que fue transformado. Su vida fue una peregrinación del ego a la verdad.
Jacob no fue santo por su perfección, sino por no soltar a Dios ni siquiera cuando todo dolía.