EL PROFETA QUE QUISO ESCAPAR
Dios le ordenó:
- “Levántate y ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella, porque su maldad ha llegado hasta mí.”
(Jonás 1,2)
Jonás no quiso. Nínive era una ciudad enemiga. Prefería que Dios la destruyera antes que darle oportunidad de arrepentirse. Así que huyó. Subió a un barco rumbo a Tarsis.
Una tormenta lo alcanzó. Los marineros, desesperados, lo echaron al mar. Y allí, en lo profundo, un gran pez lo tragó. Tres días y tres noches permaneció en su vientre, hasta que oró con humildad y fue liberado.
Finalmente, Jonás obedeció. Predicó en Nínive. Y la ciudad entera se arrepintió. Dios la perdonó. Pero Jonás se enojó. Se sintió traicionado por la misericordia divina. Dios entonces le mostró, a través de una simple planta que creció y se secó, que su compasión es más grande que nuestro orgullo.
¿QUÉ ENSEÑA JONÁS?
– Que nadie puede huir del llamado de Dios.
– Que la misericordia divina no es un privilegio nacional ni personal, sino un regalo universal.
– Que los profetas también pueden ser tercos, pero Dios es más terco en su amor.
– Que incluso en el vientre de la oscuridad, la oración abre salida.
Jonás no quería predicar misericordia…pero Dios quería mostrar que la misericordia vence siempre al juicio.
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