Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, responsable de la decapitación de Juan el Bautista por una danza que le agradó, y quien también participó en el juicio de Jesús.
Herodes representa la corrupción del poder cuando se basa en la complacencia externa y no en la virtud interior. Para los estoicos, el gobernante debe ser un servidor de la virtud, no un esclavo de los caprichos ajenos.
Epicteto decía: “Quien cede al placer pierde la paz del alma.” Herodes, incapaz de resistir la presión de la corte y de su esposa, actuó en función de su orgullo y miedo, no de la justicia.
Herodes no gobernaba con sabiduría ni templanza, sino con miedo y deseo de aprobación externa. Su poder, efímero y corrupto, lo destruyó.
Herodes enseña que la verdadera autoridad radica en el autocontrol, no en la obediencia a las voces externas. El estoico gobierna su mente antes de intentar gobernar a otros.
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